ALGO MAS QUE PALABRAS
ALGO MÁS QUE PALABRAS
EL PLANETA Y LA PERSONA
“Nos haría falta que
los gobiernos respetasen mucho más sus compromisos con los acuerdos
internacionales”.
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Víctor
CORCOBA HERRERO/ Escritor
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Lo más importante que tenemos
es nuestra herencia cultural, que nos transmite lo transcendente que
es nuestro quehacer diario, sobre todo aquel que nos vincula a
trabajar unidos y a ser promotores de dos elementos claves, lo
auténtico a la hora de mostrarse y ese espíritu solidario que nos
convierte en donantes perpetuos. Ahí radica ese gran deber que,
entre todos, tenemos que llevar a buen término; el de poner en el
centro a la persona y al planeta. Ciertamente, es tiempo de
acción/reflexión, de fomentar debates menos interesados y más
objetivos. La tarea no es fácil; puesto que nos viene desbordando la
percepción de una distribución injusta de la riqueza entre todos
los moradores de la tierra. Nos haría falta que los gobiernos
respetasen mucho más sus compromisos con los acuerdos
internacionales. Ojalá surjan alianzas reales y duraderas, forjadas
sobre la base de una cooperación y solidaridad manifiesta, que
ayuden a la gente a superar la pobreza, el hambre y las enfermedades.
No podemos retroceder. Tenemos que sensibilizarnos sobre la necesidad
de entendernos, siendo más constructores que destructores, más
poesía que poder en suma.
El ser humano requiere de
cuidados y de otro espíritu más amoroso. También nuestro hábitat
común nos exige de otra consideración más poética. No puede
continuar este tremendo deterioro que nos degrada y nos deshumaniza.
Es hora de activar nuestras obligaciones, tanto para con nosotros
mismos, como también para ese cosmos del cual procedemos. Quizás
nuestro primer empeño deba ser la de conciliar la forma en la que
producimos con la manera en que consumismos. Sea como fuere, tenemos
que innovar, buscar otros fondos más del alma, otras estrategias más
armónicas, sin que nadie se quede atrás, puesto que la preocupación
de cada cual requiere de una acción conjunta. A propósito, ya nos
consta que algunos ciudadanos ya están cambiando su estilo de vida
para ayudar a proteger el clima y el planeta. A propósito, nos
injerta ilusión y esperanza ese Acuerdo Verde Europeo, que establece
cómo hacer de Europa el primer continente neutral para el clima en
2050. Sin duda, lo considero un buen propósito extensible a lo que
somos, una sola familia humana. No podemos seguir sometiéndonos al
poder del dinero, a una tecnología y a unas finanzas que nos
esclavizan, lo fundamental es que prevalezca el bien social sobre el
interés económico.
Tampoco escatimemos energías
ante una realidad planetaria que nos convoca a un esfuerzo conjunto,
que requiere de la identidad de todo ser humano. Hoy sabemos que
buena parte de menores de cinco años nunca se han registrado
oficialmente. Se dice que una cuarta parte de los niños del mundo
permanecen aún invisibles. Sin esta prueba, indudablemente, a menudo
son excluidos de la educación, la atención médica y otros
servicios vitales, haciéndolos más vulnerables a la explotación y
el abuso. No olvidemos que todos tenemos una pertenencia al planeta,
una historia que nos trasciende; y, así, nos enriquecemos cada día
más a nosotros mismos. De ningún modo, entremos en ningún juego de
ventas, nuestra hondura es nuestra, somos personas con raíces
propias, que requieren del diálogo para poder avanzar entre
diversos. Crecemos con el contraste de culturas. No levantemos, pues,
muros entre nosotros. Nos merecemos la sintonía de hermanarnos.
Necesitamos cobijarnos unos a otros. Jamás olvidemos ese camino de
interioridad, de escucharse y de atender al otro, esencial para
retomar otro espíritu menos tenso y más fraterno. Ya está bien de
tantas disputas entre nosotros, muchas veces motivadas por la
volatilidad de los mercados y el estrés de las finanzas, cuando lo
verdaderamente importante de este mundo envejecido, es la persona y
su afán conciliador.
Desde luego, no es saludable
activar la pasividad y rehuir el encuentro con el análogo, fomentar
el desprecio y la exclusión, menospreciando vidas semejantes a las
nuestras que requieren de una oportunidad. Dejemos de ser injustos.
Hagamos un ejercicio responsable y generoso de nuestro diario de
vida. Hay que perder el miedo a caminar, a sentirse más vivos y
también más humanos. Por desgracia, se está calentando más rápido
de lo que en ningún tiempo hubiéramos imaginado posible nuestra
casa común, e igualmente, se está enardeciendo un brío corrupto
que todo lo corrompe. Algunos desisten de luchar por la justicia y
optan por subirse al carro del poder. Otros se recluyen y se
distancian de situaciones dolorosas. Sin embargo, hay quienes
trabajan por la paz a destajo y piden que nos unamos a ese viento
reconciliador, a sabiendas de lo aportado por nuestra herencia
cultural, que nos señala que la unidad de corazones es superior al
trance de usuras. Sé que no es nada es fácil, lo reconozco,
construir esa armónica convivencia que no excluye a nadie, sino que
integra a los extraños, a las personas difíciles y complicadas. Al
fin y al cabo, se trata de ser amantes de la palabra, porque formar
parte de ese jubiloso poema existencial, requiere mucho entusiasmo,
no desfallecer ninguna vez, creatividad a todas horas, destreza e
implicación como poeta en guardia permanente. Aplauso, por tanto,
para aquellos que se comprometen a donar su tiempo en tender puentes.
Víctor
CORCOBA HERRERO / Escritor
corcoba@telefonica.net
11 de diciembre de 2019.-